Reconocer la inteligencia de los animales implica muchas otras cosas, por eso tradicionalmente la comunidad científica y la sociedad entera han tenido reparo en otorgar ciertas cualidades a otros seres que no fueran el ser humano.
Porque reconocer la inteligencia implica hacerlo también con los sentimientos de amor y amistad, pero también los de dolor y miedo. Entender el sufrimiento de vacas y gallinas creó problemas éticos que hicieron que se tuvieran que hacer leyes para regular el trato en los mataderos, en el traslado o en las granjas.
Y solo ha sido posible porque los estudios científicos llevan años demostrando el desarrollo especial de las capacidades mentales de todos los animales y especialmente las de ciertas especies como los primates, los loros, los delfines o los perros.
En estos casos, el hacinamiento, la monotonía o el maltrato es especialmente cruel. Basta recordar que uno de los problemas de conducta más habituales en los loros mascotas es el picaje y muchos ejemplares se arrancan las plumas hasta quedarse completamente “desnudos”, solo cubiertos en las pocas zonas donde no llegan con el pico. Este comportamiento es un hábito que normalmente está generado por el aburrimiento y el estrés.
En el caso de los perros que viven en ambientes con muy pocos estímulos, son muy habituales los destrozos en casa, los movimientos continuos y repetitivos de forma compulsiva (estereotipias) o incluso, en casos extremos, la agresividad.
Muchas veces nos sorprendemos cuando nuestros animales se comportan así, pero imaginemos a nosotros mismos encerrados en una habitación si móvil, sin ordenador, sin libros, sin tv, sin nada que nos sirva para entretener nuestro gran cerebro. ¿Cuántos días podríamos permanecer así sin volvernos locos?
Las celdas de aislamiento de las cárceles funcionan bajo esa premisa.
En casos extremos, pero no infrecuentes, muchos perros deben vivir atados de por vida en la esquina de una finca, ladrando a todo lo que ven moverse a lo lejos, más para intentar ahuyentar el aburrimiento que para defender el territorio.
Pero hay muchos casos en los que el perro vive en un ambiente totalmente falto de estímulos a pesar de que sus dueños viven convencidos de que es feliz. Para muchos perros su mayor desgracia es “caer” en una casa con jardín. Cuanto más grande sea el jardín, más desgracia.
Se considera que como el perro vive en un espacio donde puede correr y hacer sus necesidades no tiene por qué salir de paseo. Pero el ambiente cerrado tras una valla deja de ser novedoso al día siguiente y los paseos diarios, los juguetes y los juegos con el dueño alivian la monotonía del día a día.
En el caso de los cachorros, con su mente necesitada de cosas nuevas que aprender y con una boca llena de dientes nuevos que probar, la monotonía determinará negativamente su futuro carácter, como lo haría con un niño. No voy a hacer que nadie se imagine a un bebé de un año en una celda de castigo, basta con dejarlo solo en una casa cualquiera durante 8 horas seguidas. Me rio yo de los destrozos causados por un perro.
Limitar el espacio –es igual de absurdo y peligroso dejar a un cachorro libre por toda casa que a un niño pequeño- para evitar que coja malos hábitos y proporcionar un número de 5 o 6 juguetes que se puedan ir rotando para que siempre haya alguno nuevo, son el método ideal para que su cerebro tenga los estímulos que necesita para su formación pero a la vez aprenda qué objetos están permitidos y qué objetos no.
Los juguetes rellenables de comida son especialmente interesantes, tanto para cachorros como para adultos. Con cualquier otro juguete puede perder interés muy fácilmente, pero si se trata de intentar sacar la comida que hay dentro las horas de entretenimiento están aseguradas. No en vano, en la naturaleza, la búsqueda de comida se llevaría la mayor parte de su tiempo.
Los juguetes de la marca Kong son especialmente interesantes. Mil veces imitados, su fabricación en resina natural les hace especialmente duros y se pueden rellenar con su propio pienso e incluso con recetas caseras con fruta y yogur.
Muchos casos de destrozos mal diagnosticados como ansiedad por separación, se resuelven con límites de espacio y un Kong.
Pero además peluches, huesos, pelotas…Todos nos servirán para mantener activo su cerebro. Es como dejar un puzzle en nuestra celda de castigo.
Porque tener un perro no depende del espacio sino del tiempo que podamos atenderle. Los juguetes les mantendrán entretenido durante las horas que deberán estar solos por las ineludibles obligaciones de sus amos. Durante esas horas también deberán aprender a aburrirse y a dormitar esperando la llegada de sus amigos de dos pies, pero todas esas horas se olvidarán cuando crucen el umbral de la puerta o la cancela y se sumerjan en el cambiante mundo de los humanos.
Artículo publicado en el número 3 de la revista del Club Español del Pastor Blanco Suizo.
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