Cuerpo encogido, orejas gachas, rabo entre las patas y tal vez gruñido o ladrido de aviso. Este tipo de reacciones resultan familiares para muchos propietarios y criadores de Pastores Blancos Suizos cuando alguien trata de acercarse y acariciar a su perro, algo habitual ya que es una raza que, queramos o no, llama mucho la atención.
Tal vez, el comportamiento huidizo de muchos ejemplares de esta raza sea el único punto gris de un perro que, por otra parte, es cariñoso, obediente y fiel a su amo. Conocer exactamente qué lo provoca puede ayudarnos mucho a la hora de intentar evitarlo o al menos paliar sus efectos, y eso es lo que voy a intentar aclarar en este artículo.
Las reacciones descritas al principio nos hacen pensar siempre en el miedo, pero también son síntomas de otros dos trastornos; la timidez excesiva y la desconfianza. Poder distinguir entre ellas nos obliga a ver al perro en su conjunto, pues hay comportamientos que marcan claramente la diferencia y, aunque algunos síntomas pueden ser iguales, las terapias son muy diferentes. Habrá ejemplares miedosos y ejemplares muy tímidos, claro, pero que sean especialmente recelosos nunca se tiene en cuenta. No trabajo diariamente con perros de esta raza, pero un porcentaje alto de los conozco no son miedosos sino suspicaces.
MIEDO
El miedo es algo natural y necesario para la supervivencia. Los cachorros no nacen con miedo, los van adquiriendo por propia experiencia o «prestados» de los miedos de otros. Según van creciendo, tienden a desaparecer o a transformarse en otros miedos, pero si el perro crece en un ambiente favorecedor y sano, lo normal es que al llegar a adulto se asuste de algunas cosas pero eso no le provoque ningún deterioro en su vida.
Hay que tener claro que el miedo siempre tiene un objeto, es decir, se tiene miedo a algo. Si un perro adulto le tiene miedo a todo lo que le rodea o vive en constante ansiedad, deberíamos hacer un diagnóstico más complejo. Por otro lado, el miedo es paralizador e inhibidor, se quiere huir de aquello que produce miedo, y solo se producirá agresión en última instancia, cuando no haya más salida.
TIMIDEZ
La timidez es un rasgo de la personalidad, es decir, nadie se vuelve tímido, sino que se es tímido. Con la madurez y según con qué otros rasgos comparta su carácter, puede que no le provoque graves dificultades en su vida, por lo que no se produzca un trastorno. Pero, hay otros casos en los que el exceso de timidez puede provocar problemas a la hora tener cualquier tipo de relación con perros, humanos o ambos. El perro tímido evitará que alguien extraño le acaricie, pero también será un perro con poca iniciativa que tenderá a no hacer cosas por miedo a la reprobación. La timidez también es inhibitoria, haciendo que el perro desee «que le trague la tierra» ante cualquier posibilidad de nueva relación social.
PROTENSIÓN
La protensión o exceso de desconfianza ha traído de cabeza a muchos criadores y adiestradores. Fue llamada durante mucho tiempo «la timidez del lobo», aunque poco tiene que ver con la timidez y mucho con el recelo de los animales a medio domesticar.
La protensión también es una característica de la personalidad, por lo que tiene una amplia carga genética y puede aparecer de forma recurrente en algunas razas. El perro desconfiado no se dejará tocar por extraños y puede ser muy cauto en las relaciones con otros perros, pero ni tiene más miedo que otros, ni tendrá muchos problemas para relacionarse si consigue «romper el hielo». Además, es habitual que ante un extraño se acerque a él y ladre o incluso marque. Ese comportamiento no encaja con ninguno de los trastornos anteriores, que hemos definido como inhibidores. Uno no se acerca a la persona que le da miedo para decirle «te estoy vigilando», pero sí lo hará aquel que no se fía un pelo de nadie.
La protensión va a tener un pronóstico bueno o malo dependiendo de dos factores:
1- El nivel de desconfianza, que va desde muy alto, que serían animales en estado salvaje, a grado bajo, con manifestaciones a veces puntuales a la hora de comer, a la hora de relacionarse con extraños y con reacciones agresivas preferentemente ante uno de los dos sexos o ante personas mal vestidas o indigentes.
2- Otras características de la personalidad. La protensión se ve muy fácil cuando coincide con perros sizotímicos, excitables o dominantes, teniendo en estos casos peor pronóstico. Afortunadamente, el pastor blanco suizo suele ser un perro afectuoso y tranquilo, lo que oculta los síntomas pero ayuda al tratamiento. El perro recela, pero si se le ayuda un poquito, sus ganas de relacionarse hacen el resto.
Hay que meter la protensión dentro de las quinielas cuando tengamos un perro que muestre estas señales. De cachorro será más difícil de diagnosticar porque se mezcla con los miedos o la timidez normales de la edad pero debemos tenerlo presente, porque confundirnos nos llevará a errar sin saber por qué.
La socialización desde temprana edad es muy importante. No deberíamos dejar que la desconfianza se establezca en el perro adulto, pero una socialización “normal” tal vez no sea suficiente para los ejemplares más recelosos, y eso debe tenerlo presente el criador y también el propietario porque de ahí puede venir un posible conflicto entre ambos. El criador entrega un perro socializado como sus hermanos y el nuevo propietario recibe un perro que se encoge ante otras personas y no se deja tocar. Si acude a especialistas, la mayoría le hablarán de miedos, de mala socialización o incluso dejaran caer la sospecha de que a ese perro, “ le han zurrado”. Las técnicas de desensibilización progresiva se chocarán con el gran muro del recelo y la suspicacia.
CASO PRÁCTICO
Cuando fui a recoger a mi perra Lúa, el criador nos recibió en su casa con ella y dos de sus hermanos de 2 meses de edad. Ellos nos recibieron con curiosidad, no es que vinieran como cachorros de Golden Retriever, pero al menos se acercaron a olerme cuando me agaché y les llamé. Lúa, sin embargo, se quedó debajo de una silla mirando en la distancia.
Con nosotros enseguida cogió confianza, esa confianza ciega que estos perros le entregan a sus dueños, y nunca a tenido un mal gesto conmigo ni mi familia. Sin embargo, cuando venía gente a casa o se paraban por la calle, Lúa nunca le perdía la cara a la mano que la quería acariciar, y si podía, huía. Con las mujeres tenía cierta tolerancia pero no así con los varones. Pronto también cogió cierta manía a los indigentes que nos encontrábamos en los paseos, a los que se acercaba para ladrarles y reculaba cuando éstos se giraban.
Las prácticas de socialización de los libros no valían, porque ya con 2 meses de edad no aceptaba a los extraños. Tuve que seguir un programa más extenso y más paciente. Quedé con amigos para que estuvieran con ella y la dieran premios siguiendo su ritmo, sin hacer movimientos bruscos ni forzarla. Primero con chicas, para luego continuar con chicos.
Las exposiciones de belleza también fueron muy útiles en este caso. Fuimos a varias antes de poder participar, con 3 o 4 meses. Al principio no la gustaba nada, pero a la segunda vuelta por las zonas comunes se resignaba y se dejaba hacer. Con un perro miedoso o tímido, la inmersión puede producirle un alto estado de ansiedad y ser contraproducente, pero Lúa no tenía miedo ni vergüenza, solo desconfiaba, y en cuanto vio que no había posibilidad de huída y que además yo estaba tranquilo y no pasaba nada, se relajaba.
Con este tipo de perros hay que estar muy atentos a cualquier brote agresivo, pues enseguida se sienten amenazados y pueden lanzar la boca. A partir del año y medio, Lúa se empezó a sentir fuerte y empezó a ladrar a personas que hacían footing cerca de nosotros. La agresividad debe ser cortada de inmediato, pues no debe aprender a resolver sus problemas de ese modo. Sin ser agresivos nosotros, debemos dejarles claro que eso no está permitido.
Lúa tiene ahora 6 años. Cuando alguien extraño llega a casa no puede evitar lanzar tres o cuatro ladridos, les huele con cautela y al rato les lleva un juguete para jugar. Sigue sin perder de vista la mano que la acaricia. Salvo para su círculo más cercano, es muy difícil que nadie más consiga tocarla la cabeza pues siempre alza el hocico. Si el gesto es un poco brusco la esquiva, pero no se aparta. Cuando vuelve a ver alguna persona que la ha acariciado otras veces, empieza a culebrear, llorar y ladrar. Sus ganas de relacionarse luchan con su recelo innato y el resultado es una reacción un tanto extraña. Lúa era, es y será, un poco desconfiada, eso no lo podrá evitar, pero al menos no supone un trastorno para ella ni un peligro para los demás.
Al ser una característica de la personalidad tiene un alto componente genético. Dentro de una misma camada habrá ejemplares muy diferentes y para muchos de ellos nunca se convertirá un problema, pero hay que tenerlo presente para poder actuar lo antes posible. Los trastornos de la personalidad no se curan, solo podemos paliarlos e intentar que convivan con ello lo mejor posible. Es difícil, pero los cachorros van dando pistas y debemos estar atentos a ellas para conseguir que puedan vivir felices allá donde el destino les lleve.
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