Calderón dice por boca de Segismundo:
“…¿Qué ley, justicia o razón,
negar a los hombres sabe
privilegio tan suave,
excepción tan principal,
que Dios le ha dado a un cristal,
a un pez, a un bruto y a un ave?”
Habla de la libertad robada desde el nacimiento, sin saber la razón. Al igual que el protagonista de La vida es Sueño, muchos perros viven encerrados, en casas o en jardines, sin contacto con el mundo exterior sólo por haber cometido el pecado de nacer.
Eso ocurre porque en muchas ocasiones los dueños no son conscientes de qué tienen entre manos y piensan que alimentando y manteniendo sano a su perro le dan todo lo necesario, sin embargo, con eso sólo cubrimos un tercio de lo que realmente necesita.
¿Qué es nuestro perro? Está claro que es un ser vivo y como tal debe comer, beber, hacer ejercicio, mantener una higiene…pero no nos olvidemos que no es un pez, sino que también es un ser muy inteligente, con lo cual también necesita estímulos y juegos para satisfacer su curiosidad y mantener su cerebro activo. Por último, no es un gato, sino que es un ser social que necesita del contacto con personas y animales para ser plenamente feliz.
Todas las necesidades se encuentran al mismo nivel, aunque creamos que la comida es más importante que la socialización habría que pensar qué tipo de vida llevan esos animales abandonados en una parcela sin más compañía que el ladrido lejano de otros perros que están como él.
¿Cuándo actuar?
El cerebro de los mamíferos crece y se forma en las primeras etapas de la vida. Los estímulos y el afecto recibidos influyen directamente en la cantidad de conexiones neuronales, es decir, en su inteligencia y en su capacidad para entender el mundo. En el caso de los humanos esta etapa es mucho más larga pero en el de los perros se reduce a unos pocos meses, con lo que es importante actuar deprisa.
A partir de la cuarta semana el cachorro empieza a abrirse al mundo y es muy importante que esté expuesto a toda una serie de estímulos como música o ruidos habituales de un hogar. También es conveniente que empiece a tener contacto con adultos, niños…
Cuando nuestro perro llega a su nuevo hogar con 8 semanas debemos seguir con la socialización sin pausa. Aunque nuestro veterinario no nos aconseje sacarle a la calle hasta que tenga todas las vacunas, eso no implica que no podamos recibir visitas de amigos y familiares en nuestra propia casa, no deberíamos perder todo un mes en un momento tan delicado.
¿Y si el perro ya es adulto? Muchos trastornos de agresividad y miedos en perros adultos tienen su origen en problemas de socialización cuando eran cachorros, pero eso no significa que debamos desahuciar a nuestro amigo. Dependiendo del problema y con mucho tesón tal vez podamos llegar a un nivel aceptable de socialización.
¿Cómo actuar?
Como hemos dicho antes, nuestro cachorro está ávido por aprender. Aunque en algunos casos pueda ser tímido al principio, su mente está absolutamente receptiva a todo lo que sucede a su alrededor. Necesita aprender cuanto antes cómo funciona el mundo que le rodea para poder adaptarse al medio que le toca vivir.
Es fundamental que entienda que las personas desconocidas no son un peligro, sean de la raza o la edad que sean. Los niños son una buena piedra de toque, pues suelen ser activos y ruidosos. En estos casos debemos vigilar constantemente el juego y evitar que los niños puedan hacer daño o asustar demasiado a nuestro cachorro, que aunque puede parecer un peluche, no lo es.
También es importante que le llevemos a situaciones cotidianas como pasear por calles llenas de gente y tráfico, entrar en ascensores o escaleras mecánicas, cruzar puentes y todo lo que se nos ocurra. La palabra “demasiado” no existe cuando hablamos de socialización.
Otro tema es la relación con otros perros. El lenguaje corporal que utilizan es un conjunto sencillo pero sutil de señales de calma o agresividad que deben practicar con el juego.
Evitaremos futuros problemas si nuestro perro ha aprendido bien a comunicar y a entender a sus congéneres. Lo importante no es que juegue siempre con los mismos perros, aunque sean varios, sino que haya habitualmente individuos nuevos. De esta manera aprenderá a no temer al “extraño”.
“¿y teniendo yo más alma,/tengo menos libertad?”. Ser libre no es sólo poder caminar por donde a uno le plazca. Para poder disfrutar del anhelo de Segismundo también hay que estar libre de miedos, libre de conflictos internos. No tomarse lo suficientemente en serio la socialización de nuestro cachorro es cruel para él y una fuente de futuros problemas para nosotros.
Patricio Jiménez García
Especialista en psicología clínica y educativa canina
Culturanimal.es
Publicado en la revista del Club del Pastor Blanco Suizo