Lo que me ocurrió lo he contado muchas veces como anécdota pero nunca me había animado a contarlo en el blog. Ocurrió al menos hace seis años, pero últimamente, por casualidad, he vuelto a leer en algún sitio sobre el tema y he visto por tv un reportaje sobre parapsicología donde había una veterinaria que podía hablar con los animales por telepatía. No quiero entrar en mucha explicación previa, porque creo que la historia es suficientemente clara. Vamos a ello.
Mi perra Lúa es de una raza poco habitual en España, por lo que pronto trabé amistad con los socios del club de criadores. Por ese motivo, y por mi curiosidad sobre todo lo que tenga que ver con el mundo que rodea a los perros, algunos fines de semana nos íbamos toda la familia a participar en exposiciones de belleza canina. Era una excusa para salir de viaje y además conseguir que la raza se hiciera más conocida.
Una de las veces que decidimos ir a una Expo en Zaragoza, encontramos por internet un centro de alojamiento rural, cercano, agradable y que admitían perros, claro. Resultó ser un pueblo rehabilitado en el que los dueños tenían varias casas independientes, un edificio con un restaurante vegetariano espectacular y espacios comunes para realizar cursos. De esto último nos enteramos al llegar y ¡casualidad! justo ese fin de semana había un taller de telepatía con animales. Como nosotros íbamos con un perro, los de la casa rural nos invitaron, amablemente, a la presentación del taller que iba a ser el viernes por la noche, a lo cual, guiados también por la curiosidad, accedimos.
Debo reconocer que como el folleto informativo hablaba de mejorar la comunicación con perros y gatos, pensé que se trataba de un taller sobre la comunicacion no verbal, sobre el conocimiento del lenguaje del perro o incluso, por qué no, con algunas claves o ejercicios para conectar energéticamente con el animal. No soy muy creyente de lo paranormal, pero sí creo en las energías, en que hay personas que la desprenden negativa o positiva y en que la mente tiene un poder que no conocemos del todo. Así que fuimos, mi pareja y yo, con curiosidad sana por lo que nos iban a contar.
El lugar donde nos iban a presentar el taller era una construcción circular de vivos colores, no muy grande y con tejado de madera. Al entrar, una vela y una imagen, creo que de alguna deidad oriental, estaban situadas en el centro del círculo. La profesora se colocó a un lado de la vela y todas las personas que iban a hacer el taller, más nosotros dos, (en total podríamos ser unos quince) nos sentamos en semicírculo frente de ella.
EL INICIO: LA BALLENA
Lo primero era, obviamente, explicar cómo llegó ella a conocer la telepatía. Nos contó que existe una especie de canal telepático en el universo, al cual todos los animales, vegetales y minerales tienen acceso. Nosotros, en cambio, hemos abandonado nuestro lado animal y nos hemos desconectado de ese canal. Pero, podemos volver a él, y eso es lo que aseguraba que les ocurriría el domingo a quienes terminaran el taller.
Ella habia tenido una experiencia maravillosa en un viaje observando ballenas. Estaba tan fascinada que empezó a sentir ideas dentro de su cabeza. Al principio le costó entender qué ocurría, hasta que se dio cuenta de que eran las ballenas que se estaban comunicando con ella. No recuerdo muy bien qué era lo que le decían pero sí que tras el shock inicial consiguió hacerles una pregunta, ¿por qué se acercaban a los barcos balleneros si sabían lo que les iba a suceder? La contestación fue que lo importante era el amor.
Tras esta experiencia se puso a investigar y descubrió que existía la telepatía, que muchas personas la experimentaban y que había sobre todo una eminencia en esto, una mujer de un país sudamericano que justo iba a dar unos talleres en España. Obviamente fue, y a partir de ahí empezó a dar clases y abrió un consultorio para resolver los problemas que tuvieran que ver con personas y animales.
EL CASO DEL GATO ECONOMISTA O EL CUENTO DEL GATO CON BOTAS
Para poder establecer contacto con un animal no es necesario estar frente a él. Con una foto es suficiente. Ella, de hecho, resolvía muchas consultas por teléfono. Nos contó, por ejemplo, que tuvo un caso de un perro que siempre estaba muy malito y no sabian por qué. Se lo llevaron y ella le preguntó. La respuesta fue que estaba enamorado de una perrita y hacía tiempo que no la veía. Debo reconocer que esa respuesta tiró por tierra todo lo que yo creía saber sobre comportamiento canino, y pensé que yo, que por esa época tenía un consultorio a domicilio sobre educación canina, estaba haciendo el canelo comiéndome la cabeza, pudiendo preguntar directamente.
Pero fue más increíble aún el caso del gato economista. La consulta era de una señora cuyo gato llevaba un tiempo muy arisco con ella. Nuestra profesora preguntó al gato qué le pasaba y éste la dijo que mientras su dueña se dejara humillar por el marido, no iba a cambiar. La señora se quedó alucinada, claro, y confesó que no era feliz con su marido, pero que su economía dependía de él y no le podía dejar. El gato respondió que no había problema, que se dejara aconsejar por él y todo mejoraría. Así, el gato les empezó a explicar telepáticamente cómo ir pasando el dinero de su marido a una cuenta de la dueña sin que este se diera cuenta para así poder ahorrar lo suficiente para emanciparse.
Entended que llegados a este punto, tenía los ojos como platos. Yo pensando que se trataría de unir nuestras energias con el perro y al final era una conversación de tú a tú y de algo tan prosaico como el vil dinero.
LOS ÁRBOLES, LAS PIEDRAS; TODO UNO CON EL COSMOS
Aún así, sin tener tiempo a poder procesar lo que me estaban contando, mantuve mi interés y un cierto grado de ¿quién sabe? Siempre me ha gustado ser una persona abierta a la opinión del otro y no cerrarme a lo que no entiendo, aunque es cierto que en este caso me estaba costando.
La cosa empeoró cuando empezó a decir que no son solo los animales vivos los que están en ese canal telepático. Los animales fallecidos siguen conectados a él, pero también las plantas y las rocas. Un día, con un trozo de cuarzo en la mano, la preguntó por el inicio de las cosas. De repente, por unos instantes, pudo ver el origen del universo, pero tuvo que cortar rápidamente, claro, porque era algo tan…tan… impresionante que se mareó, según sus palabras.
¿Eso era cierto? ¡Madre mía, eso era un descubrimiento increíble! Tal vez no podriamos hablar con Alfonso X el sabio porque no estaría conectado a la red, pero podríamos hablar con la cueva de Altamira para saber de verdad cómo eran nuestros antepasados o con una catedral románica, no sé ¡tendríamos la historia en nuestras manos! Con solo la mitad de elocuencia que el gato anterior, ¿qué podría decirnos el loro de Churchill? ¿Y un meteorito venido del espacio profundo?
RONDA DE PREGUNTAS Y CATARSIS GENERAL
Llegado ese momento, se abrió la ronda de preguntas. La profesora había venido con su perro, un labrador color chocolate que había estado todo el rato dormitando apartado de todo el mundo. Según nos contó, a través de él podía también contactar con cualquier animal que hubiese fallecido. Tras lo cual, se calló para que cada uno hiciera la pregunta que quisiera.
Yo debo reconocer que no me gusta preguntar cosas en público, lo paso mal, así que dejé que fueran los demás los que hablaran, esperando todo tipo de preguntas sobre el universo o, en todo caso, los entresijos de la telepatía, pero no, para mi sorpresa, las preguntas fueron todas de esta índole:
ALUMNA: Yo quiero preguntar por mi perro Aldo. Lo adoptamos pero a los pocos años empezó a sufrir una enfermedad y lo tuvimos que sacrificar. Siempre he pensado que no me pude despedir de él y que cuando se lo llevaban pensaría que lo estaban abandonando otra vez.
La profesora asentía para demostrar que había entendido la pregunta. Cerraba los ojos para preguntar a su perro chocolate. Éste no movía ni el bigote. Pasaba un rato en silencio. Sonreía y asentía con los ojos cerrados como si ya hubiera recibido contestación y respondía:
PROFESORA: Aldo dice que los años pasados con vosotros fueron los mejores y que sabe que hicisteis lo correcto y os lo agradece.
Cambiad perro por gato y Aldo por cualquier otro nombre y tendréis todas las preguntas que se hicieron, pues básicamente todas eran iguales. A nadie les parecía raro que nos estuvieran hablando de un poder increíble que podría cambiar todas las relaciones entre especies y entre nosotros mismos, y todo se quedaba en intentar aliviar el sentimiento de culpa que habían adquirido con alguna mascota fallecida.
Pero de todas ellas, hubo una que me llamó especialmente la atención:
ALUMNA: Mi gato Mishi se me perdió un día y por mucho que lo estuve buscando no lo encontré, me puse muy triste porque no supe si seguía vivo y me gustaría saber qué fue de él.
PROFESORA: (tras los mismos gestos de antes) Misha sigue vivo y encontró a otra familia que le cuida mucho y está muy feliz, aunque no te olvida.
ALUMNA: ¡Uy! pues no se si esa era la respuesta que quería oír.
¡Toma ya!, ¿Qué prefería escuchar? ¿Que Misha murió de hambre y de pena porque no dejó de buscarla nunca?
Pues sí, por alguna extraña razón, muchos humanos basamos el amor en la dependencia y somos felices solo si nos sentimos imprescindibles para esos seres «indefensos» y «completamente dependientes» de nosotros como son las mascotas, sobre todo un gato. No quería oír que había sobrevivido, como pensaba la profesora, ¡sino que se había muerto pensando en ella!
En ese rato nos dimos cuenta de que muchos de los allí presentes conocían a la profesora y ya habían hecho cosas con ella. En algunos de los casos les proponía hacer algún tipo de ritual de despedida, quemando algo, como ya habían hecho en otras ocasiones. Les proponía algún tipo de ritual catártico para aliviar algún sentimiento de culpa. Nada sobre las posibilidades de la telepatía, ninguna sombra de duda sobre lo que nos contaba.
Bueno, no todos. Solo hubo una persona que hizo una pregunta un poco crítica, y aunque reconoció que era muy creyente de cosas alternativas y había hecho muchos cursos de Reiki y cosas así, esto se le hacía más difícil de creer y pedía alguna prueba. La respuesta de la profesora, con gesto serio, fue que pedirle a su perro una prueba era una falta de respeto y no lo iba a hacer. Si se creía bien y si no también. Después de ésto, tras haber pasado varias horas, mi pareja y yo nos miramos y decidimos que ya habíamos perdido mucho tiempo y había que irse. La profesora nos dijo que si queríamos preguntar algo nosotros, que éramos los invitados, pero respetuosamente la dijimos que no y que lo sentíamos mucho pero teníamos que irnos a dormir porque al día siguiente teníamos que estar temprano en Zaragoza.
EPÍLOGO
No volvimos a hablar con nadie durante el fin de semana, ni les preguntamos si habían conseguido conectarse al canal telepático universal, aunque sí vimos a la alumna más joven, abrazada a un árbol cercano.
Esta es la única experiencia que he tenido con la telepatía animal. Tal vez no era la profesora adecuada y tal vez no es tan fácil como nos lo pintaba, no lo sé, pero, desde luego es muy difícil de creer. Tras nueve años estudiando el lenguaje de los perros, cuatro de ellos con un consultorio a domicilio para perros con problemas de comportamiento, es muy difícil creer que se pueda hablar directamente con ellos y que te respondan como si fueran humanos. Lo explicado en aquella charla parece un ejercicio de antropocentrismo exacerbado, con un lenguaje, unas necesidades y un pensamiento que ignora la propia naturaleza de estos animales, que ignora su forma de vida cuando viven fuera del paraguas humano. Es como si a un pediatra le enseñan un método para hablar con un bebé como si fuera un adulto, ¡sería una revolución!
Y lo más increíble de todo es que esos conocimientos no se adquieren tras una vida de meditación y abstinencia, sino que vale con un fin de semana en una casa rural por unos pocos euros y algo de práctica. Es como si te vendieran la máquina del tiempo en un mercadillo y lo usaras para ir a comprar el pan antes de que te cierren la tienda. Tal vez dejé pasar la oportunidad de ser la competencia directa de César Millán, aunque no lo creo, pero sí debo reconocer que alguna vez he mirado a mi perra intentando escuchar, a ver si me decía por qué narices se había comido mis calcetines.
ACTUALIZACIÓN MUCHOS AÑOS DESPUÉS
Hace años que escribí este artículo y recibo muchas preguntas o comentarios pidiéndome consejo y la dirección de algún sitio donde aprender telepatía, por lo que pienso que tal vez no fui demasiado claro sobre mi posición al respecto. Mi relación con la telepatía animal se ha limitado a esa pequeña presentación de unas horas por esa persona, y no me creí nada. No soy nada dado a las teorías conspiratorias y pienso que si de verdad hubiera una manera de relacionarse con los animales directamente, hubiese sido una revolución y se sabría, sería de dominio público en lugar de estar relegado a unos cuantos gurús que sacan beneficio con consultas y cursos.
Si fuera posible, no solo comunicarse con mascotas, sino con minerales y vegetales, como ella afirmaba, las posibilidades de conocimiento del ser humano se expanderían, los límites se ampliarían y muchos de los secretos de la historia, de nuestro pasado cercano, pero también el conocimiento del origen del universo y de nuestra especie estarían a nuestro alcance. Podríamos ser más sabios, conocernos mejor, aprender sobre lo que nos rodea, ¿qué nos podría contar una secuoya de miles de años? ¿Y las piedras de las pirámides? ¿Cómo es posible que todo el movimiento esotérico que hay alrededor de las pirámides egipcias y americanas no haya descubierto que podría saber la verdad con la telepatía?
Sin embargo, las personas que dicen tener telepatía con animales y dan cursos por todo el mundo, se limitan a tener un consultorio de mascotas. Como digo en el artículo, es como tener la máquina del tiempo y usarla para ir a la panadería antes de que cierren. Como puede verse, no critico el concepto inicial, no digo que no pudiera ser posible la existencia de un canal telepático, lo que digo es que, si existiera de verdad, habría unas consecuencias. Si no las hay es porque no existe la telepatía o nadie la sabe usar.
Es como la astrología. Si de verdad alguien fuera capaz de ver el futuro, su poder sería inmenso, sin embargo los astrólogos se reparten las horas nocturnas en las cadenas de televisión locales.
Yo tengo dos gatos y una perra de 14 años. Incluso durante un tiempo tuve un loro criado a mano. Mi relación con una de las gatas es muy especial, y con mi perra muchísimo más. Los dos sabemos lo que nos queremos decir casi sin hablarnos. Tras 14 años conviviendo juntos, mi perra se conoce todos mis tics, mis movimientos, mis hábitos… y se hace entender cuando quiere algo. Los animales sociales como los perros y los loros o con capacidad para vivir en colonias como los gatos, necesitan tener una sensibilidad especial para crear vínculos y relacionarse. No son robots, ni se limitan a aprender por ensayo y error, como se creía antes. Los animales son seres sintientes e inteligentes, por lo que es normal que se haga entender a su manera y notemos un vínculo especial con unos más que con otros. Son seres con un carácter propio, únicos y diferentes unos de otros.
Yo no puedo aconsejar, por tanto, nada relacionado con la telepatía, lo siento mucho. Eso sí, si alguien me quiere invitar a realizar un taller o algún especialista quisiera concederme una entrevista sin censura, yo accedería encantado. No hay que me guste más que aprender cosas nuevas.
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