En el gen SRY, en esencia, aunque no solo. La presencia de este gen hará que el feto inhiba los ovarios y desarrolle testículos que segregarán hormonas masculinas y producirá cambios corporales en el feto original. A partir de ahí entramos en el terreno del género, y eso tiene ya poco que ver con la biología y mucho con la cultura.
Porque sí, en origen, todos somos un feto femenino y es un gen, en combinación con las hormonas, las que hacen que cambie a un feto masculino. Y si eso es así, ¿qué pasaría si alguien con cromosoma XY, masculino, no recibiera los suficientes andrógenos? Eso existe, se llama Síndrome de insensibilidad a los andrógenos, Síndrome de Morris o Feminización testicular y lo que ocurre es que a pesar de tener cromosomas masculinos, el cuerpo sigue su curso sin interrupciones y acaba teniendo un aspecto de mujer, aunque no podrá concebir, por falta de útero y ovarios.
Los andrógenos son los responsables del pelo corporal, de una diferente distribución de la grasa y de un aumento de la musculatura y la masa ósea, como término medio, pues son frecuentes los casos de mujeres con mucho vello corporal o muy fuertes y de hombres lampiños o con poca masa muscular. La única diferencia esencial entre machos y hembras es la facultad para procrear. Eso no ha cambiado nada desde que el primer homo sapiens pisó la tierra.
Hasta aquí es lo que nos dice la biología, a grandes rasgos. Todas las demás capacidades o incapacidades que han colocado al hombre y a la mujer en diferentes lugares dentro de las diferentes sociedades a lo largo de la historia, deben englobarse dentro de la cultura y las creencias. Por eso, esas sí han ido cambiando. Los estudiosos suelen, por tanto, distinguir entre el sexo, biológicamente hablando, y el género como categoría cultural.

Pretender justificar las diferencias de género por la preponderancia de un sexo sobre otro, nunca ha tenido éxito. Desde el punto de vista biológico no hay nada que justifique de forma satisfactoria por qué, a pesar de ello, la mayoría de las sociedades han sido, y son, patriarcales. Pero tampoco hay motivo que nos haga pensar que no pueda ser de otra manera. Al fin y al cabo, lo creado por el ser humano, el ser humano lo puede cambiar.