• 10 junio, 2023
  • Last Update 7 abril, 2023 5:37 pm
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El mastín de la Latina

El mastín de la Latina

El teatro la Latina era un teatro de los de siempre en Madrid, construido a partir de un cine a principio del siglo XX. A mediados de siglo se especializó en revistas y variedades. Las vedettes y las plumas se paseaban por su pequeño escenario y sus estrechos camerinos. Seguro que muchos empresarios y ricachones de la época esperaban en la puerta la salida de las bailarinas fumándose un gran puro.

Cuando yo lo conocí, en el año 1999, Lina Morgan, «Doña Lina» como la llamaban todos los trabajadores de la casa con el máximo respeto, seguía siendo la dueña, y mantenía su despacho con salida directa a un palco privado. La primera vez que estuve trabajando, tuve que compartir escenario con el «señor Sender» el cómico Raúl Sender era un habitual con sus comedias que duraban varios años en cartel.


Se podía respirar lo que algunos llaman caspa, pero que no deja de ser el ambiente teatral madrileño que aún perduraba de otras épocas y que se mantenía en otros espacios como el Infanta Isabel, el Nuevo Apolo… y que con la entrada de los nuevos empresarios se ha perdido, para bien o para mal.

Por las tardes, las luces iluminaban la escenografía de puertas de chalet con Torremolinos al fondo donde el Señor Sender tiraba de tópicos y chistes para regocijo del público, señoras de grandes abrigos en su mayoría, bajo el desinterés del técnico de luces, que a la vez era acomodador y trabajaba en un imprenta por las noches, que se sabía cada frase de memoria.

Pero al acabar la función, cuando el público se iba, posiblemente a cenar a las Cavas, los acomodadores/técnicos se cambiaban para irse a su casa (o a la imprenta) y los artistas salían con su cara sin maquillaje vete a saber dónde, en ese momento aparecía el guarda de noche con su perro mastín. Decían, que Doña Lina le había cogido desde cachorrillo y le tenía mucho aprecio.

Tal vez él lo sabía, y por eso se paseaba con parsimonia por los pasillos enmoquetados de rojo, sabiendo que en ese momento el teatro era suyo. Era un macho grande, ya mayor, de color crema claro y grandes belfos, al que le gustaba ponerse de pie al lado de la puerta recibiendo un cariñoso golpecito en la cabeza de todos los que íbamos saliendo.

Trabajé allí en dos ocasiones más y después del 2002 no he vuelto jamás. Doña Lina se lo alquiló a José Luis Moreno y ahora está en manos de una productora catalana. Pero a pesar del tiempo, aunque cambie de dueños mil veces más, yo siempre me acordaré del mastín de la Latina.

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Bloguero y divulgador de temas de naturaleza.

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