Los lobos no siempre han sido odiados en la Península Ibérica. De hecho, hubo una época en la que no eran odiados en ninguna parte, pero no por ello eran ignorados. El lobo siempre ha atraído al hombre, y cuando este aún se consideraba parte de la naturaleza que le rodeaba, el lobo era un tótem, un vehículo de conexión con los dioses, un protector que rozaba la divinidad.
La figura del lobo es frecuentísima en el mundo íbero, donde algunos autores lo sitúan en la parte alta de su Panteón. A veces, aparece en corazas y escudos con la boca abierta en actitud amenazante, por lo que se podría interpretar como un elemento de protección. También aparece en vasijas funerarias, las que contenían las cenizas de los muertos, por lo que también podría ser un guía que te acompañara a la otra vida. Otras representaciones sugieren pasajes concretos de la mitología de estos pueblos e incluso ritos de iniciación, pues las escenas de lucha entre hombre y lobo también han aparecido con frecuencia.
En estas escenas de lucha, normalmente aparece un joven con una capa en un brazo y un lanza en la otra mano, mientras que el lobo aparece con las orejas hacia atrás enseñando los dientes. En la vasija ibérica de «el joven y el lobo» de La Alcudia, aparece un joven agarrando de la lengua a un lobo más grande que él mientras se miran a los ojos.
Son especialmente famosas las monedas de los Ilergetes, un pueblo íbero que se situaba en el territorio que ahora sería la confluencia de Lleida y Tarragona con Zaragoza, sur de Huesca y Norte de Teruel. Estas monedas, que se empezaron a acuñar antes de la conquista romana, contienen series enteras en diferentes épocas con una figura de lobo en el reverso.
El lobo, como gran depredador, ha atraído la atención del hombre y alimentado su folklore y su cultura en Europa, al igual que el tigre en Asia o el león en África. Pero su carácter fiel al grupo y amante de su familia, junto a su fiereza y astucia, le valió estar en el bando de las virtudes, hasta que el hombre cambió, pero eso, mejor lo dejamos, para otra pincelada.
Patricio Jiménez
1 Comment