Soltarse el fajín, rezar a San Antón o entretenerles con pan, eran algunos los métodos que podían escucharse en la España rural, hasta no hace mucho, para escapar si te encontrabas con el canis lupus, de noche, en un camino solitario.
Durante miles de años, la leyenda alrededor del lobo crecía y crecía con cada nuevo ataque al ganado, pero nada comparable a cuando aparecía una noticia de agresión a seres humanos. Aunque durante los siglos XIX y principios del XX, los ataques a personas eran escasos y muy mal documentados, haciéndonos dudar ahora de muchos de ellos, por cientos se contaban las historias sobre encuentros de lobos por el camino, historias, que todavía se pueden oír contar por los ancianos de algunos pueblos, para aquellos que los quieren escuchar.
Lo cierto es que todas esas experiencias, que a buen seguro se contaban y contaban muchísimas veces alrededor de la lumbre, por la noche, o en las reuniones de los vecinos en las fiestas de guardar, tenían una estructura muy parecida, y queda por hacer un estudio para organizarlas y estructurarlas según sus características y los métodos que se usaban para salvarse de esos ataques del «demonio del bosque».
Normalmente, una persona, hombre, mujer, niño o cura, que por su trabajo era frecuente que tuvieran que trasladarse de aldea en aldea, salían tarde por algún motivo y acababa cayendo la noche en el camino. Siempre hay algún vecino que le avisa de que que no salga pero, inconsciente, no hace caso. A veces es un ruido lo que les alarma y otras veces son unos ojos brillantes a los lados del camino. Si se va montado en burro o en caballo, este suele avisar, bien no queriendo continuar o asustándose y relinchando.
Pero es frecuente que la primera señal de presencia del lobo sea una extraña sensación en la nuca, un frío por todo el cuerpo o porque te quedas afónico. La presencia «maligna», un reconocimiento extrasensorial de peligro, autosugestión, miedo o el recuerdo de historias parecidas… El caso es que tras ese primer momento, los lobos, normalmente descritos como grandes y oscuros, se hacen más presentes, e incluso se cruzan con el viajante golpeándoles las piernas al pasar, con el cuerpo o con el rabo, para comprobar si te pueden tirar, según el saber popular.
A partir de aquí, hay muchos métodos para conseguir ahuyentar al lobo. Los hay más lógicos, como hacer ruido con lo que se tenga a mano, incluido tirando la cacerola recién comprada camino abajo. Las chispas también asustan al can, y dar con la azada en las piedras para producirlas podía ser un buen método, o bien darles de comer, como hizo un vecino que iba a caballo y que les fue entreteniendo con trozos de pan hasta llegar a su destino.
Otros métodos no son tan lógicos pero también los hay. Por ejemplo es muy extendida la idea de que si llevas algo colgando, por ejemplo el fajín, si es de color rojo mejor, lo lobos no te atacarán. También es importante no pronunciar su nombre, si hablas de lobo, aparecerá el lobo. En el Bierzo es mejor llamarle «zangarrián» si vas a salir al bosque.
De todas formas, es raro que consigan que los lobos se vayan del todo. Con estos métodos se conseguía frenar el ataque, pero no espantarlos. El final es el mismo en una gran parte de estas historias: al acercarse a una zona poblada, los gritos atraen a los perros del pueblo que son los que acaban ahuyentando a los lobos definitivamente.

Con los ojos actuales, es fácil adivinar que muchas de estas historias habría que incluirlas dentro de las leyendas y mitos. Aunque, al igual que pasa con otro tipo de folklore, se intenta dar nombres concretos de personas y pueblos, la oralidad de estas narrativas, contadas miles de veces por miles de bocas diferentes, hacen que si hubo algo de realidad en ellas, se hayan diluido en el tiempo, y por eso muchas de estas historias, con pequeñas variaciones, se repiten en zonas alejadas entre sí. Ni siquiera está claro que el origen de la persecución fuesen lobos, y no perros o la propia susceptibilidad de la persona que se ve sola en un camino oscuro.
Si quieres saber más, te recomiendo algunos libros donde se recogen estas historias:
- Valverde, José A. y Teruelo, Salvador, (2ªed 2001), Los lobos de Morla, Sevilla, España, editorial: Al Andalus.
- Escudero, Jorge, (2014), A vueltas con Riópar y Sierra Morena, Albacete, España, Editorial: Centro de Educación Ambiental La Dehesa.
- Criado, Toño, (2012), Lobos por el Bierzo, León, España, Editorial: Ediciones el Forastero S. L.