El XI Congreso Nacional de Periodismo Ambiental, organizado por la APIA, ha comenzado esta mañana con la conferencia de Sami Naïr, catedrático de ciencias políticas, filósofo, director del Centro Mediterráneo Andalusí de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y consejero en el gobierno francés de Jospin.
Como la pregunta que vertebra el congreso es si a los políticos les interesa el medio ambiente, el ponente plantea otra pregunta, «¿por qué los políticos deben interesarse por el medio ambiente?».
«Los políticos han mantenido dos posturas desde los años 70: o se toman en serio las medidas medioambientales, y por eso se crearon a partir de esa época los partidos verdes que se ocupan de ello específicamente, o no se toman en consideración y se incluyen en su programa solo cuando hay un movimiento social a favor y les puede servir como recurso político.»
Pero el medio ambiente no debe ser considerado como un elemento autónomo como la agricultura o la economía, sino que «tiene que ver con la sustancia del vínculo social y forma parte de nuestra conformación como seres humanos, ya que la tierra es medio ambiente y el ser humano es producto de la tierra.»
Sin embargo, el discurso articulado desde hace décadas es negativo y mercantilista, enfocando el problema exclusivamente en la falta de recursos que nos pueden hacer dejar de crecer económicamente. «La defensa de la naturaleza se plantea como una cuestión ética, pero ello implica un libre albedrío, una elección, cuando sin naturaleza no habrá ser humano, por lo que llegado a ese momento habrá una coacción por parte de la Tierra. En realidad, los amenazados somos nosotros.»
Un ejemplo claro de la compra-venta que se realiza con este tema la estamos viendo en los planteamientos de la nueva Cumbre del Clima que se celebrará en París a partir del lunes, donde se hablará en términos cuantitativos de reducción de gases y aumento de las energías renovables en un 20% para el 2020. «En realidad se tratará de ver cómo evitar que las grandes multinacionales pierdan beneficios.» Afirma.
Para Sami Naïr hay otro ejemplo muy claro: «En la cumbre de Tokio del 2007, se llegó al acuerdo de vender derechos de emisión de CO2 a otros países. Una vez más, la salud del planeta como un producto dentro de la globalización liberal que ve la naturaleza como algo mercantil y no como un bien común.»
«La verdadera revolución mental sería entender que somos parte del medio ambiente y no sus dueños, y no podemos depender de los políticos para eso, sino esforzarnos en educar y crear ciudadanos conscientes y formados.»
Señala que el empeño no es menor, porque nos enfrentamos a dos grandes enemigos: las grandes multinacionales que no están dispuestas a reducir beneficios y renunciar a las políticas de producción ilimitada, y nosotros mismos, que debemos cambiar nuestros hábitos de vida para consumir menos.
Según un estudio del propio Naïr, los países que más esfuerzos están realizando para educar jóvenes concienciados no son los más industrializados, sino, curiosamente, algunos con muchos menos recursos como Ecuador, Colombia o Perú.
Para finalizar, Naïr señala como posibles soluciones la creación de un Consejo de Seguridad Ambiental Mundial y sobre todo limitar la mercantilización de los recursos: «la educación medioambiental es condición sine qua non para el cambio de los políticos».