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Niño atacado por perro en Jaén, ¿qué pudo pasar?

Niño atacado por perro en Jaén, ¿qué pudo pasar?

El viernes día 17 de junio un niño de entre 4 y 5 años fue atacado por un perro en la parcela de su abuelo en Jaén. En estas noticias siempre hay poca información y cada uno pasa por ella pensando lo que quiera pensar pero, ¿qué pudo pasar?

Los amantes de los perros pensarán que la culpa es del dueño, los que no, que la culpa es del perro, que no te puedes fiar, y los periodistas, mientras tanto, rellenan el titular con más oficio que conocimiento sabiendo que al día siguiente ya formará parte de lo más recóndito de las hemerotecas.

Sin embargo, si escarbamos aquí y allí, rescatando frases de varios medios, podemos hacernos una idea más precisa de lo ocurrido.

El Diario Jaén fue de los primeros en dar la noticia y, entre la confusión de los primeros momentos, aparecía esta frase:

«La Guardia Civil investiga el suceso que ocurrió, al parecer, en una parcela propiedad del abuelo…»

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Exterior de la parcela donde ocurrieron los hechos. MANUEL CUEVAS

Lo primero que debe llamarnos la atención es parcela. El perro no estaba en casa, no era la mascota de la familia (aunque en estos casos también se suceden ataques, aunque por otros motivos). Muchas agresiones de perros suceden en parcelas, ¿por qué? Para saber la respuesta hay que preguntarse para qué se tiene un perro en una parcela donde no vives. Hay pocas respuestas, y la más común es para vigilar.

Pero sigamos buscando. El abuelo tenía una reala de perros de caza y en un primer momento se sospecha que el atacante podía ser uno de ellos:

«según los primeros datos, en un descuido, su nieto entró donde guarda a dichos animales y un perro le atacó, produciéndole lesiones en cuello y cabeza.»

Desgraciadamente, en niños pequeños, las lesiones están a la altura de la boca del perro y por tanto en partes muy sensibles para el niño. En este caso no pudieron hacer nada para salvar la vida del pequeño.

Tres días después, se empiezan a aclarar más cosas cuando la Guardia Civil interroga al abuelo, según información de Ideal.es:

«Los hechos ocurrieron cuando al parecer el menor y su hermana pretendían ir a ver a los cachorros de otra perra y pasaron cerca del animal, que se encontraba atado.»

Ahora sabemos que además de estar encerrado en la parcela, el perro estaba atado.

«‘lo tiene todo en regla’ con respecto al perro, del que en principio se apuntó que no formaba parte de la rehala de caza al estar fuera, separado del resto, si bien se ha confirmado que sí estaba incluido en ella.»

Estaba, además, apartado de los otros perros.

«…los niños querían ver una perra que había parido y tenía unos cachorritos y para llegar donde estaban tenían que pasar por las proximidades de este macho, con «tan mala fortuna» de que, a pesar de esta atado, pasaron lo suficientemente cerca, en el área por el que la cadena le permitía moverse, y atacó causando al niño heridas que finalmente no pudo superar.»

No voy a caer en el ejercicio de suponer qué pasó, sino de hacer notar que hay indicios muy habituales y que se repiten en muchos ataques. No es importante el motivo sino el desencadenante del ataque.

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Cartel en la finca donde ocurrieron los hechos. EFE

Hay una serie de procesos psicológicos que hacen a un perro realizar un ataque. Van desde la frustración mal controlada al aburrimiento existencial. Imaginemos a un animal consentido, mimado al extremo, al que no se le exige ni se le marcan límites. Un día quieres echarle del sillón y te muerde.

Los periodistas dirán que fue por bajarle del sillón, pero el motivo no es importante, porque puede variar, lo verdaderamente básico para saber lo que pasó es determinar el proceso desencadenante. En el caso del ejemplo, la frustración mal controlada por falta de disciplina.

Un perro de caza fuera de temporada, atado en una parcela, solo, sin relación con los otros perros a los que ve y oye sin poder acercarse encaja perfectamente en los casos de perros sometidos a una vida sin alicientes, vacía, donde no pueden descargar energías físicas ni intelectuales y que desencadenan en más de una ocasión en ataques rápidos e imprevistos, como una manera de salir por un momento de la monotonía.

Si además tienen la posibilidad de desarrollar su mal genio libremente, sin control, pues para eso son animales de guarda, las posibilidades se disparan.

La agresividad existe cuando falla el autocontrol y éste se genera cuando se ejerce control externo hacia el individuo. En las parcelas, no hay más control que el ejercido por la tapia o la cadena, generando más frustración y ansiedad. Ambas malas compañeras de viaje de la agresividad.

Evidentemente, nadie hace esto conscientemente y el pobre abuelo no se lo perdonará jamás, pues la tradición de tener perros encerrados y atados como si fueran máquinas sin cerebro está muy arraigada aún en nuestro país, sin que piensen que es malo. Aquí lo importante es que entendamos que estos no son casos de un perro que se ha vuelto loco, siempre hay algo detrás, siempre: una mala educación, un mal ambiente o una enfermedad sin tratar.

Si nos quedamos en que son casos aislados de ejemplares locos nunca podremos resolver el problema de fondo, que es tratar a los perros como seres inteligentes, con sus necesidades, sus virtudes y sus defectos.

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Bloguero y divulgador de temas de naturaleza.

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2 Comments

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  • 0 / 10
  • Anónimo , 21 junio, 2016 @ 12:46 pm

    Enhorabuena por el artículo. Soy educador canino y psicólogo canino. Perfectamente analizado. Gracias

  • Sergio , 8 octubre, 2016 @ 10:58 pm

    Pobrecito que se recupere pronto

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