La adaptación de un gato tímido a una nueva familia no es fácil, pero tampoco imposible. Si en el post anterior le habíamos dejado empezando a maullar y empezando a subierse a la cama, debo decir que eso está más que superado. Cada vez que entro en la habitación sale a recibirme maullando y ya duerme todas las noches a nuestros pies.
Por mi parte, estoy disfrutando mucho de esos momentos mágicos que solo saben entregarte los animales. Es común que por la noche, a oscuras, mi mano se acabe rozando con su patita. En esos casos, antes, sacaba las uñas y me hacía daño, a lo que yo respondía quejándome y apartando la mano. Ahora ya ha aprendido, y su patita y mis dedos se buscan delicadamente en mitad del sueño. A mí me gusta, y se que a él también. Esa conexión con otra especie con la que no me puedo comunicar con palabras, me sigue pareciendo mágica.
Por otro lado, sigue sin dejarse tocar por mi hijo de 6 años, aunque ya es capaz de estar sentado a su lado sin que Kalim huya despavorido. A mi hijo, también le estoy intentando enseñar a buscar esa conexión con él, y aunque al principio pensé que con un cachorro sería más fácil, el que kalim sea así de desconfiado creo que nos ha venido bien. Así está aprendiendo que los animales no son juguetes que están ahí para cuando quieras, sino que tienen su propia capacidad de decisión.
A pesar de llevar un mes sin ni siquiera poder acariciarle, me sigue demostrando su amor por los gatos. Cada pequeño avance lo vive con mucha intensidad, así que el día que se deje tocar habrá que hacer una fiesta.
Con mi perra Lúa ya ha habido algún encuentro, pues hace tiempo que dejamos las puertas abiertas. Han sido encuentros tensos, con movimientos lentos como los de los cowboys en un duelo al amanecer, pero según Kalim se va sintiendo más confiado no huye, sino que le mantiene la cara. Lúa es muy buena y se pone nerviosa pero no intenta ir a por él, al menos de momento. Yo estoy haciendo de presentador y me coloco en medio de los dos para mantener las distancias. Cuando Kalim coja fuerzas, yo creo que va a hacerle frente y se acabaran queriendo.
No dejo de pensar que es verdad que le hemos sacado de las calles a las que llegó, seguramente, después de haber sido abandonado, pero a pesar de que en un poco más de tiempo y, espero que durante el resto de su vida, sea feliz con nosotros, no hay que olvidar todo el miedo y el desamparo que ha debido de sufrir debajo de la cama. Todo ese sufrimiento que se repite cada vez que un animal es abandonado y recala en una casa nueva.
También hay que pensar en eso cuando se abandona un gato, aunque se piense que llevándolo a una protectora es mejor, ¿verdad?