Bovines ou la vraie vie des vaches, o La vida de una vaca en español, es la propuesta de Emmanuel Gras, y el título no engaña.
Hace poco, mientras veíamos fotos de un amigo mío que acababa de llegar de la Antártida, tuve una pequeña discusión sobre si es necesario viajar a grandes parajes para disfrutar de la naturaleza. Es cierto que es necesario ir al polo sur si quieres ver pingüinos o a África para ver leones, pero a nuestro alrededor la naturaleza se muestra tal como es y somos nosotros los que no sabemos apreciar la belleza de las pequeñas cosas.
Por ejemplo las vacas. ¿Cuántas veces hemos ido a Asturias, Galicia o incluso a Ávila, hemos hecho algún comentario sobre «les vaques» y hemos seguido nuestro camino?. Hemos visto vacas, ¿pero nos hemos fijado en ellas?
El documental de Gras nos trae a estos animales a la televisión, tal vez la única manera de mantenernos una hora quietos, observando. Lo que era algo habitual en el ser humano: pararnos, observar y aprender, ha desaparecido casi completamente en el mundo occidental. Quien no se haya puesto a mirar el móvil mientras ve una película en la tv que levante la mano.
Así pues, mientras la acción y los planos rápidos inundan el cine y las series; los cómic, los dibujos animados y las tertulias televisivas, La vida de una vaca nos agarra por los hombros y nos pone delante de la realidad, sin más. Sin voz en off, sin música, solo los sonidos propios de las vacas y del campo, como si hubiésemos salido a dar un paseo y nos hubiéramos dejado el móvil en la casa rural.
Al principio impresiona. Es como despertar después de mucho tiempo con los ojos cerrados. Las ves. Te das cuenta de su musculatura, de su forma de rumiar, te das cuenta de que, si te fijas, notas cuando traga y cuando regurgita para seguir rumiando, (en el cole lo explicaron mil veces pero nunca lo había visto en directo).
Emmanuel lleva el ejercicio al máximo y no hay ningún hilo argumental, salvo al final. Las vacas son de una explotación de carne. Si bien hecho de menos reconocer a algunos ejemplares y poder distinguir el diferente comportamiento entre ellos: quienes tienen algún vínculo especial, si alguna es especialmente arisca, especialmente curiosa…esas cosas que saben quienes están mucho tiempo con ellas.
Tal vez eso evitaría que pasada la sorpresa inicial y hasta que ves como se precipita el final, haya 20 minutos que tu cerebro empieza a sufrir el síndrome de abstinencia y te pide echar mano del móvil.
Si te mantienes firme y te dejas llevar, eres capaz de entender sus reacciones. El director explicó en una entrevista que es una película que se basa en sensaciones y sin duda su éxito es que los humanos somos capaces de empatizar con esas sensaciones.
El cine no son solo grandes historias, a veces está muy bien que simplemente nos den la oportunidad de abrir los ojos y mirar. Nunca volveremos a ver a las vacas de la misma manera.
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