• 30 septiembre, 2023
  • Last Update 20 septiembre, 2023 8:52 pm
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La película Spoor (El rastro) no es una película animalista

La película Spoor (El rastro) no es una película animalista

La relación entre cazadores y animalistas no pasa por su mejor momento, si es que fue buena alguna vez o incluso si hay alguna posibilidad futura de que llegue a serlo. Por eso, cuando hay el menor atisbo de que una película critique la caza ya se la califica como animalista. Pero Spoor, El Rastro en español o Pokot en su título original, la nueva película de Agnieszka Holland (Europa, Europa o El jardín secreto) no es una película animalista, por mucho que su protagonista lo sea.

La primera noticia de la película me llegó a través de un artículo en una revista de cazadores y cuando fui a los cines Golem en Madrid, los empleados del cine ya la calificaban como animalista. Pero decir que Pokot trata sobre la protección de los animales es como decir que La vida es Bella trata del nazismo. Es quedarse en la anécdota. En el fondo, como lo define muy bien su directora, es una película anarquista y feminista. Y sí, eso encaja mucho mejor.

El título original es Pokot, que en polaco es como se llama a la forma de contar a los animales muertos al final de las cacerías, y la verdad es que me gusta más que el nombre elegido en inglés, Spoor, que hace referencia al rastro que dejan los animales. El nombre polaco tiene más sentido con la historia.

El film es una adaptación de la novela Sobre los huesos de los muertos, de Olga Tokarczuk y cuenta la historia de una ingeniera jubilada que vive en los Sudetes, las montañas que están entre Chequia y Polonia, con sus dos perros como única compañía. Janina Duszejko es vegetariana, aficionada a la astrología y al horóscopo y defensora de los animales. Una mujer fuerte en medio de una sociedad donde los hombres mandan, sirvan o no para ello.

La película muestra una sociedad donde los personajes débiles son sometidos por la masculinidad y la testosterona. Hay un desprecio evidente hacia la mujer, los chicos diferentes y, por supuesto, los animales, seres inferiores que están al servicio de los hombres, como muy bien le explica el cura del pueblo a Janina. Unas palabras que han levantado algo de sorpresa entre los espectadores. No entiendo por qué. Las religiones monoteístas en general y la cristiana en particular, colocan al hombre como imagen y semejanza de Dios, dejando todo lo demás por debajo y a su servicio.

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Dentro de ese mundo donde la violencia con los animales del bosque se refleja en la violencia con los congéneres humanos del pueblo, está Duszejko, una forastera que ha recorrido el mundo construyendo puentes y que, en su vejez, se ha refugiado en una casa en mitad de las montañas. Una mujer que tiene su propio concepto de cómo debe ser el mundo y organiza a los humanos según su fecha de nacimiento. Para todos, es la chiflada de los animales, la que denuncia de forma constante a los cazadores furtivos sin mucho éxito, pero su locura en realidad es creer en un orden del universo en que las constelaciones marcan el nacimiento y la muerte de las personas y donde todas las criaturas están al mismo nivel. Esto segundo, podría ser fácilmente suscrito por mucha gente, pero la diferencia es que Duszejko no llega a comprender el contexto en el que vive. No comprende la actitud del cura o del policía cuando no hacen nada por el «asesinato» de un jabato fuera de temporada.

Tal vez, esa falta de comprensión del contexto y por tanto de una estrategia práctica que sirva para ayudar y no para entorpecer, sea lo que acerca a Duszejko a los animalistas, pero como digo, en el fondo, es irrelevante.

No lo es, en cambio, su contraste con el resto de personajes, acomodados en una sociedad  rancia y corrompida, que vive haciendo equilibrismo en una compleja red de intereses y relaciones establecidas. Entre ellos, la protagonista se erige como un pilar que se mantiene solo, al margen de todos los demás.

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La directora Agnieszka Holland ha creado una película que nos mantiene con la vista puesta en la pantalla, haciéndonos sonreír en más de una ocasión, y que sin duda nos hará pensar. La fotografía de Jolanta Dylewska nos muestra los valles y las montañas en las diferentes épocas del año, cubiertas de nieve en el frío invierno y en un esplendor de vida y colores en el verano. La música de Antoni Komasa-Lazarkiewicz, que podéis escuchar en Spotify:

Es inquietante pero acompaña perfectamente la trama y atmósfera oscura que se respira en Pokot.

Una buena película polaca pero de una directora que se ganó el respeto con Europa, Europa, que paga las facturas con episodios de House of Cards y que nos ha vuelto a traer una historia, a veces inquietante, pero llena de verdad. Si puedes, no te la pierdas.

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Bloguero y divulgador de temas de naturaleza.

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